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Presentando a María

¿Existió María, o es sólo un mito?

Fuente: Breve curso de Mariología - Pedro García, cmf

Una pregunta previa que les va a extrañar. Ante todo, ¿existió María, o es sólo un mito? Y si existió, ¿es la mujer que conocemos nosotros, o una mujer vulgar a la que hemos casi divinizado? La pregunta tiene su razón de ser. Sabemos adónde llegó el moderno Racionalismo: a negar la existencia histórica de Jesús. Y si algunos racionalistas aceptan que existió, fue un hombre normal, fanático, iluminado, al que sus discípulos y seguidores llegaron a constituir nada menos que Dios. Pero si eso decían los racionalistas, que comenzaron en el siglo XVIII y han seguido hasta nuestros días, ya en sus principios les replicó alguien, nada menos que Rouseau, tan impío y tan inmoral, pero muy inteligente:

-¿Inventar este genio? El inventor tenía que ser un genio mayor que Jesús, y ese genio no ha existido.

Un acto de fe del pobre Rouseau, fe que quizá le valió mucho en la presencia de Dios. Es mucho más difícil negar la existencia del Jesús del Evangelio que el afirmar su realidad histórica. Y lo mismo pasa con María: ¿inventarse esa María de la Anunciación, la madre discreta de la vida pública de Jesús, la del Calvario?… El inventor tendría que ser un poeta con demasiada imaginación. Y a ese poeta no lo conocemos. Habría recurrido de seguro a la mitología griega o a la egipcia, con dioses que se casan entre sí o engendran hijos aprovechando mujeres de la tierra etc. etc., y de las cuales nacen dioses o semidioses… Nuestra María no le hubiera pasado al tal poeta por la cabeza.

Si los racionalistas y otros muchos no niegan la historicidad de María, la despojan de todo su valor de otra manera. La meten en el campo de la psicología, y aseguran que los cristianos la ensalzaron como una necesidad humana imprescindible. El “eterno femenino” de Goethe ─se le dé al escritor alemán la interpretación que sea─, aparece en la Iglesia como una necesidad del hombre, y la inventa el hombre, porque había que introducir la mujer de una manera u otra. Tenían que salir por fuerza las teorías de Freud.

Falso todo lo que ellos digan, pero vamos a darles algo de razón. Dios, que plasmó la naturaleza humana y conoce bien lo más profundo de nuestro ser, quiso que en la Iglesia tuviéramos y sintiéramos la figura de la mujer de la manera más bella, más tierna, y viéramos ensalzada en María a la mujer, que llega a la dignidad más grande con la maternidad divina y la maternidad espiritual sobre todos los hombres. El papa Francisco, al recordar las palabras de Jesús, ‘Ahí tienes a tu hijo…, ahí tienes a tu madre’, comenta: “Estas palabras de Jesús al borde de la muerte no expresan primeramente una preocupación piadosa hacia su madre. Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella porque no quiere que caminemos sin una madre” (Evangelii gaudium). Y así se explica lo del papa León XIII: “Las almas cristianas se ven arrastradas hacia María como por un impulso natural” (Adiutricem populi).

Tanto la María como el Jesús de los cuatro Evangelios tienen en los autores sagrados un testimonio verídico desconcertante sobre su historicidad, y es la sobriedad y naturalidad con que describen los hechos más grandiosos, como observa Ricciotti: ni un ¡OH! de admiración cuando el nacimiento de Jesús y los ángeles van cantando por los cielos de Belén, y ni un ¡AY! de dolor cuando Jesús expira en el Calvario… Frialdad absoluta. Escriben secamente lo que cuentan los testigos.

Y en concreto, respecto de María: ¿la conoció Lucas personalmente, y sacó de ella sus informaciones? Digamos que no. Para encontrarse con Lucas, María tenía que haber muerto en edad demasiado avanzada. Pero Lucas en Jerusalén, mientras Pablo estaba preso en Cesarea, pudo hablar con los mejores testigos de lo que contó María a los apóstoles más íntimos, incluidos Pedro, Juan y el primo Santiago, con los cuales Lucas pudo verse más de una vez. En fin, tranquilos todos, que María es figura histórica tan cierta como Jesús.

Nosotros, gracias a Dios, conocemos bien a María por el Evangelio, por revelación expresa de Dios. Es esa María que vamos a contemplar y a estudiar en este curso.

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