Algunos preguntan, ¿por qué los católicos adoramos imágenes si la Biblia lo prohíbe?
Fuente: Catholic.net
Los católicos no adoramos a las imágenes. Eso es una calumnia con la que nos atacan los protestantes.
Las imágenes merecen nuestra veneración y respeto [1] porque están en lugar del Señor, de la Virgen y de los Santos, a quienes representan. Son sus retratos, sus estatuas. Pero lo que hay en el sagrario no es un retrato o estatua de Jesucristo, sino el mismo Jesucristo, vivo, pero glorioso: como está ahora en el cielo.
Las imágenes no se adoran, se veneran. Adorar es poner un ídolo en el lugar de Dios, remplazándolo. La adoración sólo es para Dios. Venerar es reconocer el valor que tiene para mí alguien o algo, por lo cual merece nuestro respeto. Yo venero a mis padres y a mi patria, pero no por eso los adoro. Adoro sólo a Dios.
A Jesucristo, en el sagrario, sí lo adoramos. La adoración consiste en tributar a una persona o cosa honores de Dios. Se llama culto de latría. Se diferencia del culto de dulía que consiste en la veneración que se tributa a todo lo que no es Dios, pero se relaciona con Él (imágenes, reliquias, etc.). A los santos se les tributa culto de dulía, como de intercesores ante Dios. La adoración sólo se tributa a Dios [2]. Por eso, en el Imperio Romano, muchos cristianos fueron mártires por no querer adorar a los ídolos.
La veneración de las imágenes no va dirigida a la materia de la que está hecha (piedra, madera, lienzo o papel) sino a la persona a la que representa [3]. Cuando tú besas la foto de tu madre, tu beso no se dirige al papel fotográfico sino a tu madre en persona. La idolatría se dirige a la imagen misma como a un dios.
Dice el Concilio II de Nicea: “el honor tributado a la imagen va dirigido a quien está representado en ella” [4]. Y el Concilio de Trento: “Deben tenerse y conservarse en los templos las imágenes, y tributarles el debido honor y veneración (…) porque el honor que se les tributa se refiere a los originales que ellas representan” [5]. “Las imágenes son el libro del pueblo”, decía San Juan Damasceno. Lo mismo que las catedrales son “libros de piedra para catequizar a un pueblo que no sabía leer” [6].
El Dios del Antiguo Testamento no tenía cuerpo. Era invisible. No se le podía representar por imágenes. Las imágenes de aquel tiempo eran ídolos. Pero desde que Cristo se hizo “la imagen visible del Dios invisible”, como dice San Pablo [7], es lógico que lo representemos para darle culto [8].
Los textos de la Biblia que prohíben hacer imágenes [9] son para los del Antiguo Testamento, por el peligro que tenían de caer en la idolatría como los pueblos vecinos, que adoraban los ídolos como si fueran dioses [10]. Ese peligro no existe actualmente, por eso el mandato ya no vale hoy día [11]; como tampoco valen otras leyes del Antiguo Testamento, por ejemplo, la circuncisión [12], y la pena de muerte para los adúlteros [13]. El Nuevo Testamento perfecciona el Antiguo [14] . Los textos del Nuevo Testamento [15] que hablan de los ídolos, se refieren a auténticos ídolos adorados por paganos, pero no a simples imágenes. “Por eso el Concilio Ecuménico de Nicea del año 787, justificó el culto de las sagradas imágenes” [16].
Las imágenes son la Biblia del pueblo. Decía San Gregorio Magno: “Las imágenes son útiles para que los iletrados vean en ellas lo que no son capaces de leer en los libros”.
Los Testigos de Jehová, hasta el saludo a la bandera nacional lo consideran como un acto de idolatría [17]. Esto es absurdo
[1] Concilio Vaticano II: Sacrosantum Concilium: Constitución sobre la Sagrada Liturgia, no. 111.
[2] CONFERENCIA EPISCOPAL ALEMANA: Catecismo Católico para adultos, 2ª, II, 2, 2. Ed. BAC.
[3] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica nº 2132.
[4] Sesión 7ª, 302, 337, 679.
[5] Sesión 25 (3, 4, XII, 1563).
[6] ANTONIO BRITO: La Síndone de Turín, IV, 5. C.E.S. Valencia. 1998.
[7] SAN PABLO: Carta a los Colonenses, 1:15.
[8] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, 1159ss, 2129ss.
[9] Éxodo, 20:4
[10] JUAN CEDRÉS: ORACCIÓN, XXI, 3. Ed. Antillas. Barranquilla. 1998.
[11] SAN PABLO: Carta a los Gálatas, 4:4s; Deuteronomio, 5:9
[12] Levítico, 12:3
[13] Levítico, 20:10
[14] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1984.
[15] SAN PABLO: Primera Carta a los Corintios, 10:7; Primera Carta de San Juan, 5:21
[16] Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, 2131.
[17] G. HERBERT, S.I: Los Testigos de Jehová, su historia y su doctrina, VI, 3, b. Ed. PPC. Madrid, 1973. Éste es uno de los mejores libros para refutar con profundidad los errores de los Testigos de Jehová.